FUNCIONAMIENTO
NEUROPSICOLÓGICO
Para
poder explicar cómo es el funcionamiento psicológico de las personas con SA se han
desarrollado diferentes modelos, que si bien han hecho posible entender algunos
aspectos, no explican en su totalidad dicho funcionamiento.
Teoría sobre el déficit en la “Teoría
de la Mente” (TM). A
partir de esta teoría se dan explicaciones sobre las alteraciones y
manifestaciones que se observan en las relaciones sociales de los sujetos con
SA. Según este modelo, las personas tienen la capacidad de atribuir e inferir estados
mentales ajenos. En las interacciones, son capaces de inferir las intenciones,
los deseos, las creencias e intereses de otras personas. Ello es posible, por
un lado, gracias a la observación y al
contacto con los otros, y por otro lado, a las predisposiciones psicológicas.
Desde esta teoría, las personas con SA,
no son capaces de aprender implícitamente en las relaciones sociales. No son capaces de ponerse
totalmente en el lugar del otro, intuir su mundo mental correctamente. Las
personas con este síndrome, saben que el otro piensa, que tiene un mundo mental pero no aciertan a intuirlo en las
situaciones cotidianas [10].
El
desarrollo adecuado de una teoría de la mente está afectado, pero el grado
de disfunción es muy variable entre
estos sujetos. No obstante, pueden llegar a presentar serias dificultades para: predecir conductas, darse
cuenta de las intenciones de otros, entender
emociones (propias y ajenas), para anticipar lo que pueden pensar de su
comportamiento, para comprender las
interacciones sociales [11]. Según Attwood [9], estas personas no han alcanzado una madurez en la capacidad de la
TM, lo cual no implica su ausencia sino más bien una falta de reconocimiento de los estados
mentales.
En
esta línea, y derivado de la ambigüedad en la TM que presentan las personas con
SA,
Daniel
Valdez [11] ha desarrollado un estudio para detectar las sutilezas de
inferencias mentalistas y capacidades
comunicativas. Sostienen que La valoración de la TM debe corresponderse a un continuo dimensional y no
como todo/nada. Concluyen que las personas
con SA tienen la capacidad pero no consiguen llegar a abstraer las
sutilezas mentalistas; tendrían una capacidad alterada. Añaden que a pesar de
que pueden llegar a saber sobre los estados
mentales de los otros, a partir de un aprendizaje sistemático, el conocimiento
que se deriva sigue un camino diferente
llegando a tener una representación psicológica superior, aunque distinta, como la desarrollen otras
personas.
Teoría del déficit de la “función
ejecutiva” (FE). Las
funciones ejecutivas son una serie de
habilidades llevadas a cabo por el lóbulo frontal que están relacionadas con la
toma de decisiones, con la organización para conseguir metas, con la resolución
de conflictos. Incluyen: intencionalidad, propósito, toma de decisiones,
planificación, control de impulsos, inhibición de respuestas inadecuadas,
búsqueda organizada y flexibilidad de pensamiento y de acción. Según los defensores de este modelo, las personas
con SA presentan dificultades en la FE puesto que muestran pensamientos
rígidos, inflexibles y repetitivos; les cuesta tomar decisiones importantes y, también, organizar y
establecer pasos para solucionar problemas [5].
Otras
habilidades que están incluidas en la FE son las que tienen que ver con la reflexión y el autocontrol, el control del
tiempo y prioridades, comprensión de los conceptos abstractos o complejos y la utilización de
nuevas estrategias. Según ha observado Attwood, en un principio tienen problemas para inhibir
una respuesta (impulsividad) bajo situaciones de estrés, sin pensar en las consecuencias o
valorar otras opciones antes de actuar. La memoria de trabajo es menor, lo que les dificulta
manejar distintas informaciones a la vez, o presentar mayores tasas de olvido. Al mismo tiempo,
también tienen dificultades para aprender de sus errores. Y según van creciendo, se van
haciendo más evidentes los problemas de organización [9].
Josep
Artigas-Pallarés [10] expone que este modelo da explicación a los patrones comportamentales rígidos, repetitivos,
inflexibles y obsesivos, y también a las dificultades de planificación, motivación, atención y memoria
de trabajo. Pero que se encuentra con varias
objeciones como que estas funciones se desarrollan posteriormente a la
aparición de los primeros signos del
síndrome; que estas dificultades no son específicas ni del SA, en particular, ni de los TEA, en general; y tampoco puede
explicar las alteraciones comunicacionales. Teoría de la disfunción del
hemisferio derecho. Los estudios llevados a cabo sobre los hemisferios cerebrales han puesto de
manifiesto que el hemisferio derecho es el encargado de procesar la información
emocional, información visoespacial e información relacionada con los gestos y prosodia del habla [5].
Al
haber coincidencias entre los rasgos nucleares de las personas con SA y los
pacientes con lesiones en el hemisferio
derecho, algunos autores apoyan la teoría de una disfunción de dicho hemisferio para explicar algunos rasgos
observados en ellos. Estas personas presentan un estilo cognitivo particular que se
caracteriza por una mayor puntuación en el CI verbal que en el CI manipulativo obtenidos a partir de los
test de inteligencia. Como las disfunciones tendrían consecuencias en la
integración de la información visoespacial y en su organización, en el procesamiento de información emocional y
social o dificultades para dar significado a
información emocional no expresada verbalmente, se puede explicar que
las personas con SA tengan problemas de
coordinación, dificultades en las interacciones sociales, problemas con la comprensión y gestión emocional, adherencia a
rutinas, etc. Se ha llegado a postular que en
realidad se estén utilizando dos nombres para hablar del mismo trastorno
[1]. Sin embargo, Belinchon y col., en
una revisión publicada en el 2008 encontraron que no todas las personas con SA tienen un CI verbal mayor que el CI
manipulativo [7]. En una investigación llevada a cabo por Hippler y Klicpera [9] encontraron
que el 18% de los niños tenían un CI manipulativo o de razonamiento visual mayor que el verbal.
Teoría
de la “coherencia central débil”. Attwood propone que las dificultades y
las habilidades a nivel cognitivo,
social y emocional pueden ser explicadas a través de esta teoría. Este autor recoge las aportaciones de Uta
Frith y Francesca Happé sobre una forma de procesar la información de los niños con SA. Ellas
observaron que estas personas se centraban en los detalles en vez de tener una
percepción global.
Según
Attwood, explicaría, a nivel cognitivo, que desarrollen discursos largos y
llenos de detalles en vez centrarse en
lo relevante con respecto a la idea a transmitir; o recordar más los detalles de los acontecimientos (que para
otros parecería irrelevantes) en lugar de fijarse en las personas y sus emociones. A nivel social y
emocional, mostrarían, por ejemplo, centrarse más en las normas específicas que regulan las
relaciones sociales que en los aspectos más globales (intenciones) que llevan a romper dichas
normas. Lo mismo ocurriría con respecto a la adhesión a patrones rígidos e inflexibles de conducta.
A través de rutinas estas personas dan coherencia y predictibilidad a la vida que de otra forma
les provocan incertidumbre y confusión [9]. No
obstante, en la revisión de Belinchon y col. no encontraron los
suficientes apoyos para confirmar que
esta teoría sea el modelo para explicar el funcionamiento de las personas con
SA, aunque los estudios apuntan hacia un
modo de ver y percibir la realidad de forma distinta más que deficiente [7].
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
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Borreguero, P. (2004). Síndrome de Asperger. ¿Discapacidad o excentricidad
social? Madrid: Alianza.
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Rattazzi,
A. Consideraciones diagnósticas en relación al síndrome de Asperger.
www.ineco.org.ar/material/1240352230s.pdf
Freire,
S., Llorente, M., González, A., Martos, J., Martínez, C., Ayuda, R., Artigas,
J. (2004). Un acercamiento al Síndrome de Asperger: una guía teórica y
práctica. Sevilla:
Asociación
Asperger Andalucía, Federación Asperger Andalucía.
Attwood,
T. (2002). El síndrome de Asperger. Una guía para la familia. Barcelona:
Paidós.
Belinchón,
M., Hernández, J., Sotolillo, M. (2008). Personas con síndrome de Asperger:
Funcionamiento,
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UAM,
Confederación Autismo España, FESPAU y Fundación ONCE.
Martín-Borreguero,
P. (2005). Perfil lingüístico del individuo con síndrome de Asperger: implicaciones
para la investigación y la práctica clínica. Revista de Neurología,41
(Supl
1).S115-S122.
Attwood,
T. (2009). Guía del síndrome de Asperger. Madrid: Paidós.
Artigas-Pallarés,
J. (2000). Aspectos neurocognitivos del síndrome de Asperger. Revista de Neurología
Clínica, 2000; 1:34-44.
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